Estimado Wilo:
Después de un viaje sin mayor acceso a Internet y problemas de Terra/Telefónica (que están cada día peor), al regreso del cual me encontré con más de mil mensajes de diversas procedencias, leí con especial interés los tuyos en los que te haces (y nos haces) la pregunta de “hasta cuando tendrán que esperar los pobres”, así como otros en los que mencionas a los egoístas que “recuperan su inversión en un año” y siguen lucrando sin ayudar a nadie. Inicio hoy, por lo tanto, lo que probablemente será una muy larga respuesta, pero que me parece que el tema amerita, ya que pienso que tocará algunas de las raíces del pensamiento que, en el fondo, comparto contigo, es decir que al Perú no lo cambia nadie.
Para comenzar, quisiera hacer un “repaso” de un concepto que a mi, como Empresario, me es obvio, pero que para ti quizá no lo sea tanto, es decir el concepto de que el dinero tiene un valor en el tiempo. El ejemplo mas claro de esto es que a nadie, creo, le daría igual tener mil soles ahora que mil soles dentro un año (si para ti sería lo mismo, entonces, por favor préstame los mil soles ahora y te los devuelvo, sin intereses por supuesto, dentro de un año). Si uno ahorra y/o invierte, es con la esperanza de recibir, en el futuro, mas de lo que tiene ahora, y, no solamente eso, sino que espera continuar recibiendo, *todos los años*, un rédito por su inversión.
Dicho en otras palabras, *nadie invierte solamente para “recuperar la inversión”*. Si a ti alguien te ofreciera un negocio en donde, como gran cosa, vas tan solo a recuperar lo que invertiste, serías tonto de aceptarlo porque, aparte de postergar el gusto que pudieras darte con esa plata ahora (yéndote de viaje, comprando un carro, o volándotela en juergas), correrías un riesgo de que las cosas salieran mal y ni siquiera recuperaras lo que pusiste. Por lo tanto, nuevamente, tú inviertes tu dinero esperando ganar algo. Considerar que el conjunto de esas ganancias o utilidades, a lo largo del tiempo, constituyen una “recuperación” del capital es tremendamente engañoso, ya que esas utilidades no son un *retorno* del capital sino el pago del “alquiler” del mismo en el tiempo.
La pregunta inmediata es, por supuesto, ¿cuánto debe ganar el capital? o, en otras palabras, ¿cuánto debe ser este rendimiento por año? En este caso, la respuesta es que *depende del riesgo que el inversionista esté asumiendo*. Uno puede ser muy cauto e “invertir” en una cuenta de ahorros en un banco, que le rendirá aproximadamente 5% por año (período de “recuperación del capital”: 20 años) o, por ejemplo, con mucho más riesgo, en un negocio de distribución que podría, digamos, rendir un 20% al año (período de “recuperación del capital”: 5 años) o, en el otro extremo, en una idea nueva (como el proyecto de Carlo, por ejemplo), que nadie sabe si va a funcionar o no, donde las posibilidades de perder toda la inversión pueden ser altas pero en el que, si uno le “achunta”, dobla o triplica el capital invertido posiblemente muy rápido (período de “recuperación” del capital: 1 año o menos). ¿Es esto ultimo, acaso, injusto? Ciertamente que no, ya que, por cada uno de estos negocios que funciona, hay muchos otros que quiebran. Así como no se te ocurriría decirle al ahorrista que he tenido su cuenta de ahorro por 20 años que, habiendo ya “recuperado” su capital, es el momento de ser mas generoso con su dinero, tampoco puedes hacerlo así en el caso de aquellos que se “doblan”, muy rápidamente (se entiende, por supuesto, que toda esta argumentación esta basada en actividades económicas legales y donde no haya privilegios indebidos)
Al respecto de esto, podemos hacer varias reflexiones:
- Los negocios legítimos y sin prebendas indebidas en los cuales te “doblas” en un año (es decir recuperas tu capital en ese plazo) son rarísimos y, de existir, son rendimientos que duran un cortísimo plazo por la razón que cito a continuación.
- Cualquier negocio que produzca sobreutilidades, sobre todo de esa magnitud, traerá, muy pronto, otros inversionistas y, por lo tanto, esas sobreutilidades se reducirán hasta hacerse “normales” para el tipo de negocio y riesgo.
- No te digo que la solidaridad sea imposible o indeseable, pero, si tratas de construir un país vía la limosna, pues serás siempre tan solo un mendigo. El único principio que funciona es el que tan bién enunció Iván (y que nos daba tanta risa en nuestras clases de Economía en la universidad) es decir, el principio de “la mano invisible”, que postula que todos aquellos que, egoístamente, buscamos nuestro propio beneficio mediante actividades económicas, contribuimos, sin quererlo, inconsciente pero inevitablemente, al beneficio social general (asumiendo, repito, actividades económicas legales y sin prebendas especiales)
La *única* manera de que un país progrese es la acumulación de capital, tanto económico como humano (a través de la educación). Para esto, se necesita, ante todo, estabilidad *de todo tipo*, ya que, de otra manera, se produce el fenómeno que tu protestas, es decir inversiones tan solo para el corto plazo y, lo que es peor, sin preocuparse, en muchos casos, por las consecuencias ambientales y/o sociales. Desgraciadamente, según lo que he mencionado en anteriores correos, esta es la mas nefasta herencia que nos dejo Velasco, es decir la inseguridad de que lo que construyes, con tanto esfuerzo, puede venir cualquier dictador (ya sea este del partido de gobierno o un militroque cualquiera) a expropiártelo o confiscártelo. Por eso, grupos económicos como los Romero, los Brescia y otros, así como miles de empresarios mas pequeños (como Peter, por ejemplo), que “se la juegan” aquí en el Perú, son dignos de encomio, admiración y protección y no de insultos y maltratos de todo tipo como a veces sucede.
Para construir se requiere, ante todo, estabilidad y, para *querer construir* hay que tener la seguridad de que después, eso que construiste, no te lo quitarán. El otro día, leí con horror en “El Comercio” un artículo que, prudentemente, nos recordaba los resultados de las ultimas elecciones y que indicaba que, en ella, Alan García salió elegido por los votos de Lima y del norte del Perú mientras que, en la mayoría del territorio peruano, ganó Humala, y que, por lo tanto, el fantasma del Humalismo no solamente *no* ha sido desterrado sino que puede regresar en muy corto tiempo. Eso, ciertamente no contribuye en nada a la estabilidad económica necesaria para la formación de capital.
Entrando, ahora, de lleno a tu pregunta de hasta cuando tendrán que esperar los pobres, intentaré una respuesta:
Entre otras cosas:
- Los pobres tendrán que esperar hasta que ellos mismos se den cuenta de que no pueden elegir a cualquier imbécil para que los represente políticamente, únicamente porque les ofrece cosas que ellos mismos, en el fondo de sus corazones, saben que son incumplibles o cuya principal atracción es que va a quitarle a los ricos lo que tienen.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que tengan una clara conciencia de que la propiedad privada es inviolable, que el rico que hizo su riqueza *legítimamente* , si bien tiene la obligación de contribuir a la sociedad mediante impuestos *razonables* , tiene *derecho* a su riqueza y no es simplemente alguien a quien la Sociedad se le puede “prender”, cual sanguijuela, para extraerle lo mas posible, simplemente “porque tiene”, y que aquel quien hizo su dinero legítimamente no solamente es digno de admiración sino de imitación.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que se den cuenta de que no pueden traer hijos indiscriminadamente al mundo y encajárselos a la Sociedad para que los mantenga porque, de esta manera, cualquier cosa que se haga para tratar de ayudar quedará, inevitablemente, diluida en muy poco tiempo y la situación será como la de Alicia en el País de las Maravillas que “corría y corría para quedarse en el mismo sitio” (o peor). De paso, Miguel, en tu proyecto Lambrama será bueno que incluyas una partida para la difusión de métodos de control de la natalidad. Si no, desperdiciará s todo tu esfuerzo.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que se den cuenta de que que construir toma muchos años y destruir tan sólo un instante, y que no pueden, por cualquier protesta, cerrar carreteras, apedrear a cuanto infeliz se les ponga por delante, destruir la propiedad pública y privada y hacer marchas que quizá, en el corto plazo, les puedan producir algún beneficio derivado de la extorsión política pero que, en el mediano y largo plazo, destruyen la confianza de aquellos que tienen que tenerla para invertir en el país y construir la Nación.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que se den cuenta de que no hay soluciones de “varita mágica” que puedan resolver sus problemas de un día para el otro, que el Gobierno no es su padre y no puede, mediante la “propina” arreglarlo todo.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que la mentalidad del peruano promedio cambie, así como la de sus gobernantes y, por ejemplo, no aceptemos tan pasivamente el grado asqueroso de corrupción que campea en el Poder Judicial y que está llegando a puntos tales en que uno ya no puede tener seguridad jurídica de *nada*, hasta que rechacemos visceralmente la "mentalidad Kombi", la "viveza criolla" y el "me cago en el resto del mundo"
- Los pobres tendrán que esperar hasta que desarrollen la convicción de que los prestamos, aunque sea del Banco de Materiales, tienen que pagarse y el “perro muerto” deje de ser el deporte nacional por excelencia.
- Los pobres tendrán que esperar hasta que cambien su mentalidad de que es preferible una “mediocridad protegida” vía, por ejemplo, la “estabilidad laboral” y esas otras “rigideces en la relación trabajador-empresa” que tanto nos gustan, a la oportunidad de libremente abrirse campo por sus propios meritos y no apoyar leyes que protegen tan solo al ocioso, al ineficiente, al mañoso, etc, etc. o que coactan la libertad de contratación.
Como puedes ver, mi querido Wilo los pobres van a tener que esperar muuuuuuuucho tiempo.
Un abrazo,
Gabriel
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